jueves, 5 de julio de 2012
Excavaciones arqueológicas en el patrimonio de Ushuaia, o por qué comerse los huevos de la gallina de oro
En marzo pasado un grupo de arqueólogos de La Plata y Buenos Aires, en conjunto con la Legislatura, tuvimos la suerte de trabajar en Ushuaia. Vinimos a hacer arqueología en la ciudad sobre la misma calle Maipú a un lado de la antigua Legislatura, por motivos más allá de lo maravilloso del entorno de una ciudad excepcional en el mundo. Habían preguntas que nos intrigaban: ¿por qué una ciudad única, capaz de atraer miles de turistas del mundo, destruye su patrimonio edilicio y arruina su entorno, que es por lo que vienen hasta aquí? Si la ciudad antigua era de tres cuadras de ancho y diez de largo, ¿no era factible protegerla ya que de eso vive tanta gente? Hoy en día se están demoliendo casas sobre la calle Maipú, mientras se venden fotos y postales de cómo era. ¿Usted iría a París o Florencia para ver como era? El negocio inmobiliario da réditos inmediatos, pero conservar da réditos para siempre; ¿no hay edificios abandonados, monstruos imposibles de usar, en medio de la ciudad?, ¿y si lo canjean con otro que aun no se hizo?, ¿no se aprendió la experiencia de lo que implica entregarse a la especulación inmobiliaria en un país que vive en crisis?, ¿nadie escuchó el cuento de la gallina de los huevos de oro o no entendieron lo que su madre quería decirle?
Una anécdota podrá explicar de dónde sacamos estas ideas: la primera vez que vine a Ushuaia me senté extasiado tras los vidrios de una confitería en donde me pusieron de mantel la foto de la casa que habían demolido. Mi pregunta fue: ¿si era tan linda porqué la demolieron? ¿No podían haberla dejado transformando el fondo, ampliando, reciclando, buscando con especialistas una solución razonable? Los turistas que fueron conmigo juraron no volver a ese sitio en donde sus dueños reconocían su ignorancia y el daño causado a la sociedad. No era divertido, era triste.
Resulta muy interesante para la ciencia tratar de responder este tipo de preguntas, quizás más sociológicas o psicológicas, pero a lo mejor la arqueología al abrir un camino hacia el pasado reciente nos lo explique. O no, no importa tanto la explicación, eso es para los especialistas, lo interesante es el diagnóstico y los resultados.
Excavamos el lugar en que hubo dos casas fundacionales hoy destruidas para hacer un parque a un lado de la antigua Legislatura, lo que jamás existió ni podía haber existido. Nos preguntábamos cuál era el motivo de cambiar el trazado urbano frontal al agua que era único en el país. Porque si era para darle prestancia y perspectiva al edificio de gobierno de arriba, bastante mal gusto e incultura debió tener el arquitecto al destruir un contexto urbano fundacional. Y para destacar algo que hoy, a no tantos años, lo vemos deteriorado y desagradable, pasado de moda en su hormigón disfrazado con maderitas de recubrimiento en un deprimente “estilo ushuaiano”. No hay duda que en una generación más habrá que demolerlo, ya lo sabemos, como tantos otros.
Por supuesto todos entendemos que es lícito ganar dinero vendiendo una casa para hacer un edificio, pero hay una sociedad que vive de que no sea así, por eso la solución no es prohibir, hay que darle una respuesta como las que se usan en muchas ciudades del mundo y del país al compensar al propietario con otras tierras, excepciones, beneficios económicos, alturas u opciones fuera de la traza antigua: no cuestan nada y todos ganan. Quien haya estudiado primer año de conservación del patrimonio lo sabe, no es un tema difícil: existen políticas patrimoniales y culturales que generan riqueza, mucha riqueza, no es dinero desperdiciado; es la mejor forma de ganar plata y por eso pagamos por ir a ver las ciudades de Europa o Asia, incluso Perú, México, Brasil o Guatemala, países que hace mucho tienen estos temas claros y no están mejor que nosotros, incluso en las ciudades sobre las que pasaron guerras por encima y se rehicieron una y otra vez, y vamos maravillados. No creo que nadie pague por ir a Ushuaia a ver modernidades que además alteren el paisaje, para eso se quedan en casa. ¿Qué la culpa es de un código de planeamiento? Y sí, alguien lo hizo, alguien lo impulsó –y debe vivir mejor que antes–, y ahora alguien puede cambiarlo, es una decisión política.
Por supuesto que teníamos muchas otras preguntas que surgían mientras excavábamos, más científicas, más académicas, sobre qué se comía en los primeros años, qué se hacía con la basura, si los edificios que se traían del exterior tenían partes hechas localmente o si cambiaban al instalarlas adecuándolas a otros climas, si los presos eran la mano de obra también de esos trabajos y muchas dudas más. La arqueología puede dar respuestas a algunas cosas y a otras no, pero no importa, las deja planteadas y eso es de importancia; hacer que otros se preocupen o que al menos que a alguien le generen una duda, que las discutan. Si como creemos la Casa Verde excavada era en la que se refugiaron los revolucionarios que en 1933 quisieron voltear la dictadura, ¿eso no le daba derecho a vivir más años? Y si sólo daba un contexto, mostraba una época, si fue una manera de usar el espacio frente a la bahía, si había sido traída desde el otro extremo del mundo, si vivió gente como nosotros, ¿no eran motivos suficientes para que aun esté ahí? ¿Alguien vio a alguna persona que use ese enorme espacio verde? ¿Y porqué no se usa?
Gracias al esfuerzo del arquitecto Lupiano –ya conocido internacionalmente–, hay casas que se han desarmado y trasladado recreando un nuevo centro histórico. ¿Y si alguien dijera que es de locos correr edificios en lugar de hacer los nuevos en ese lugar y dejar las casas antiguas en donde estaban?, ¿no podría ser que estemos pensando al revés? Puede ser que lo otro es mejor negocio, el hacer un gigantesco casino en forma de cola de ballena donde no las hay –y menos mal, porque una cola de pingüino hubiese sido peor–, es pan para hoy y hambre para mañana.
Todo esto ya lo sabemos, hay muchos libros con casos similares que usamos para enseñarle a los alumnos. Es como diría un premio Nóbel de literatura de nuestro continente, la crónica de una muerte anunciada. La diferencia es que quizás no sea un asesinato si no un suicidio. Ushuaia es demasiado hermosa para que le pasen estas cosas.
Por supuesto hay quien podrá decir que para qué se meten los de afuera, y si, se pueden dar respuestas fáciles y hasta cambiar de tema; pero cuando uno necesita una operación compleja busca el médico y el hospital especializado donde sea que esté. Y el patrimonio es tema de gente especializada, por eso hay carreras y posgrados. Ser grande en la política no es saber de todo, es dejarse asesorar por los que saben y piensan a largo plazo en beneficio de la mayoría, para eso hay especialistas, para no cometer el mismo error dos veces.
Daniel Schávelzon
(Nota publicada en Ushuaia, El Diario del Fin del Mundo edición del 28 de junio de 2012)
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